domingo, 3 de agosto de 2014

El hada del cerro Santa Ana - Ecuador

En Guayaquil, se levanta un cerro en pleno centro de la ciudad. Este es uno de los lugares más concurridos por los turistas porque desde aquí se puede observar toda la ciudad por medio de un faro que se encuentra en la cima del montículo. Dicho lugar es conocido como el cerro Santa Ana, sin embargo, muchos no conocen el origen de su nombre.
Mucho antes de la Independencia de Guayaquil, incluso mucho antes del asentamiento de los huancavilcas, existía un cacique que vivía en un cerro construido de oro, plata y mármol. Este, a pesar de estar rodeado por grandes lujos, y ser uno de los hombres más acaudalados, nunca pudo disfrutar de la felicidad plena.
Así, un día su hermosa hija se enferma. Desesperado, manda a llamar al chaman más importante del lugar para que cure a su heredera. Al llegar, el chamán le dice que para que ella se libre de la enfermedad, el cacique debía despojarse de todos sus bienes y devolverle a sus legítimos dueños todo lo que les robo. Entonces al no poder despojarse de sus riquezas le dijo al curandero que prefería que su hija se muera pero que por eso también iba a matarlo a él. Así, el cacique tomo un hacha de oro y se lanzó contra el chamán, no obstante este se convirtió en una nube de humo que se alejaba mientras que le gritaba su condena:
-Vivirás con tu hija y tus tesoros en las entrañas del cerro – sentenció--. Hasta que tu hija, que aparecerá cada cien años, encuentre a un hombre que la prefiera por sobre sus bienes.
Luego de muchos años, durante la época en la que se fundó la bella ciudad de Guayaquil, Nino de Lecumberri, un teniente español, decidió escalar a la cima de cerro. Cuando lo logró, vio pasar a una linda chica que llevaba puesto un vestido largo con los colores del arcoíris.
En un abrir y cerrar de hojas, la linda mujer lo transportó al interior del cerro, en donde había un palacio cubierto de oro y plata. Allí le preguntó si prefería quedarse con ella y ser su esposo o con todos los tesoros que veía. El teniente, atraído por tantos lujos le dijo que estos le urgían, por lo que elegía quedarse con ellos.
De repente, la joven comenzó a gritar mientras que el lugar se llenaba de lamentos. Se escuchó una voz fuerte que salía de la figura de un cacique que decía:
-¡Maldito español, ahora yo te aprisionaré para que sientas lo que es estar vivo sin estar vivo y condenado por la avaricia!
Presa del miedo, Lecumberri se arrodilló y dando gritos le suplicó a su patrona, Santa Ana, que lo salve y lo saque de ese lugar. De pronto, milagrosamente se encontraba fuera de ese terrible sitio que lo aprisionaba.


Agradecido por la salvación, el español mando a edificar una cruz con la leyenda <<Santa Ana>>, nombre con el que ahora se conoce a tan famoso sitio de Guayaquil.

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