lunes, 4 de agosto de 2014

El cazador y el león - Moçambique

Hace mucho tiempo había un cazador que utilizaba trampas, abriendo agujeros en el suelo. Él tenía una mujer que era ciega y tenia tres hijos con ella. Un día, mientras visitaba sus trampas, se reunió con un león:
"¡Buenos días, señor! ¿Qué estás haciendo aquí, en mi territorio?", dijo el león. “Estoy viendo si mi trampa atrapado algo," respondió el hombre. "Usted tiene que pagar un tributo, porque esta región pertenece a mí. El primer animal que se capture es suyo. El segundo es mio y así sucesivamente. "

El hombre estuvo de acuerdo y lo invito a visitar las trampas de león, uno de los cuales tenía de presa a una gacela. Según lo acordado, el animal fue por el dueño de las trampas. Después de algún tiempo, el cazador fue a visitar a su familia y no regresó ese mismo día. La mujer, que necesitaba carne, decidió ver si alguna de las trampas había capturado. Al tratar de encontrar las trampas, uno de ellos cayó con el niño que trajo el regazo. El león estaba al acecho en los arbustos, vio que una persona fue detenida y estaba esperando al cazador que venía a entregar el animal, de acuerdo con el contrato.

Al día siguiente, el hombre llegó a su casa y no encontró ni a la mujer ni el más joven de sus hijos. Decidió entonces seguir las huellas de su esposa, que lo llevaron a colocar las trampas. Cuando llegamos allí, vio que la presa de la jornada fue su esposa e hijo. El león, de lejos, exclamó al ver al hombre que se acercaba:

"¡Buenos días, amigo! ¡Hoy es mi turno! La trampa tomó dos animales simultáneamente. ¡Ya tengo dientes afilados para comerlos!", dijo el león. "León amigo, sentémonos a  hablar. La presa es mi esposa y mi hijo", le dijo el hombre. "Yo no quiero saber nada. Hoy es mi caza, como el rey de la selva y como se acordó ", protestó el león.

De repente apareció el ratón. "¡Buenos días amigos! ¿Qué está pasando?", dijo el pequeño animal. "Este hombre se niega a pagar su tributo de carne, de acuerdo con el trato." "Amigo, si así lo acordaron, ¿por qué no cumples? Podría ser su esposa o su hijo, pero hay que entregarlos. Déjalo y se van ", dijo el ratón al hombre.

Muy molesto, Hunter se retiró del lugar de la conversación, consiguiendo el ratón, la esposa, el hijo y el león. "Oye, León, nos hemos convencido de que el hombre para darle la presa. Ahora le debes a explicar cómo fue capturado a la mujer. Tenemos que experimentar para ver  cómo esta mujer cayó en la trampa" (y se llevó el león de cerca otra trampa). Para hacer el experimento, el león cayó en la trampa. Luego, el ratón salvó a la mujer y al niño, enviándolos a casa.


La mujer, al verse salvado del peligro, invitó el ratón a vivir a su casa, comiendo todo lo que ella y su familia comían. Fue desde aquí que la rata comenzó a vivir en la casa del hombre, mordiendo todo lo que existe.

La carreta sin bueyes - Costa Rica

Cuando San José era un pueblo antiguo, un pueblo de carreta, gente sencilla, humilde y creyencera, existía una bruja que estaba locamente enamorada del más apuesto de los muchachos del pueblo.

El muchacho tenía un gran apego a su fe cristiana y por esto no quería tener nada con ella pero la bruja a través de sus artificios lo logró conquistar. Vivieron juntos mucho tiempo y el muchacho se convirtió en un ser parecido a ella.

Nadie en el pueblo estaba de acuerdo con dicha unión, mucho menos el cura del pueblo. El muchacho, ya mayor, sufrió de una enfermedad incurable y pidió a la bruja que si moría, le dieran los santos oficios en el templo del lugar.

La bruja fue a solicitarle al sacerdote la última petición de su amado pero recibió la negativa debido al pecado arrastrado en su vida.

Al morir su hombre, la bruja, determinada, por las buenas o por las malas, “enyugó“ los bueyes a la carreta y puso la caja con el cuerpo muerto, cogió su escoba, su machete y se encaminó hacia el templo.

Los bueyes iban con gran rapidez pero cuando llegaron a la puerta del templo, el sacerdote les dijo, “en el nombre de Dios paren”. Los animales hicieron caso pero la bruja no, la cual blasfemaba contra lo sagrado.


El sacerdote perdonó a los bueyes por haber hecho caso y la bruja, la carreta y el muerto todavía vagan por el mundo. Algunas noches se escuchan las ruedas de la carreta pasando por las calles de los pueblos arrastrada por la mano peluda del mismo diablo.

domingo, 3 de agosto de 2014

El hada del cerro Santa Ana - Ecuador

En Guayaquil, se levanta un cerro en pleno centro de la ciudad. Este es uno de los lugares más concurridos por los turistas porque desde aquí se puede observar toda la ciudad por medio de un faro que se encuentra en la cima del montículo. Dicho lugar es conocido como el cerro Santa Ana, sin embargo, muchos no conocen el origen de su nombre.
Mucho antes de la Independencia de Guayaquil, incluso mucho antes del asentamiento de los huancavilcas, existía un cacique que vivía en un cerro construido de oro, plata y mármol. Este, a pesar de estar rodeado por grandes lujos, y ser uno de los hombres más acaudalados, nunca pudo disfrutar de la felicidad plena.
Así, un día su hermosa hija se enferma. Desesperado, manda a llamar al chaman más importante del lugar para que cure a su heredera. Al llegar, el chamán le dice que para que ella se libre de la enfermedad, el cacique debía despojarse de todos sus bienes y devolverle a sus legítimos dueños todo lo que les robo. Entonces al no poder despojarse de sus riquezas le dijo al curandero que prefería que su hija se muera pero que por eso también iba a matarlo a él. Así, el cacique tomo un hacha de oro y se lanzó contra el chamán, no obstante este se convirtió en una nube de humo que se alejaba mientras que le gritaba su condena:
-Vivirás con tu hija y tus tesoros en las entrañas del cerro – sentenció--. Hasta que tu hija, que aparecerá cada cien años, encuentre a un hombre que la prefiera por sobre sus bienes.
Luego de muchos años, durante la época en la que se fundó la bella ciudad de Guayaquil, Nino de Lecumberri, un teniente español, decidió escalar a la cima de cerro. Cuando lo logró, vio pasar a una linda chica que llevaba puesto un vestido largo con los colores del arcoíris.
En un abrir y cerrar de hojas, la linda mujer lo transportó al interior del cerro, en donde había un palacio cubierto de oro y plata. Allí le preguntó si prefería quedarse con ella y ser su esposo o con todos los tesoros que veía. El teniente, atraído por tantos lujos le dijo que estos le urgían, por lo que elegía quedarse con ellos.
De repente, la joven comenzó a gritar mientras que el lugar se llenaba de lamentos. Se escuchó una voz fuerte que salía de la figura de un cacique que decía:
-¡Maldito español, ahora yo te aprisionaré para que sientas lo que es estar vivo sin estar vivo y condenado por la avaricia!
Presa del miedo, Lecumberri se arrodilló y dando gritos le suplicó a su patrona, Santa Ana, que lo salve y lo saque de ese lugar. De pronto, milagrosamente se encontraba fuera de ese terrible sitio que lo aprisionaba.


Agradecido por la salvación, el español mando a edificar una cruz con la leyenda <<Santa Ana>>, nombre con el que ahora se conoce a tan famoso sitio de Guayaquil.